ALMA

De divino furore

Platón sostiene, como ya anticiparon otros como Sócrates o Pitágoras, que el alma, antes de descender y aprisionarse en nuestro cuerpo, permanecía en la morada del cielo, donde se nutría y regocijaba en la contemplación de la verdad. El alma entonces anhela regresar a su lugar pasado, y así poder disfrutar de la armonía divina de nuevo.

El filósofo llama a este esfuerzo por volver al estado primo divino furor. Tal conmoción, a su vez, atraviesa cuatro estadios. Cuatro, pues, son las especies del furor divino: el furor poético, que implica la trascendencia del alma en el encuentro de una armonía con la divinidad; el furor de los misterios, sacerdotal, el cual, una vez armonizada el alma, la prepara para observar lo sagrado y místico; la adivinación, furor profético, que se relaciona con la experiencia mística por la cual el hombre se entiende parte del todo, y bajo cuyos efectos el canto del poeta se transforma en profecía. Finalmente, el alma accede al furor amatorio. El furor, por tanto, es “un intento de volar” incentivado por el canto de las Musas que nos lleva a indagar en los diferentes saberes. Es por eso que se le atribuyen al alma dos alas, con las cuales vuela a lo sublime.

Siguiendo con esta idea, pensadores posteriores como Marsilio Ficino consideran que el furor divino es la causa de toda producción poética, y, en cualquier caso, resulta más importante que cualquier norma o técnica que determine la estética de cada época ya que se entiende como un numen del todo atemporal.

Este programa, con música escrita a partir de la obra de poetas como Francesco Petrarca, Giovanni Battista Guarini, Alfonso d’Avalos, Ludovico Ariosto o Jacopo Sannazaro, busca potenciar la concepción de la creación artística como inspiración divina, dando así explicación a cómo el arte puede sobrepasar los límites de lo humano.

– Miguel Callejas